En la tragedia está la fortaleza

En esta singular historia de supervivencia se evidencia cómo la inocencia, el sufrimiento y la resiliencia definen a un ser humano. Se trata de Eduardo Alarcón, quien tan solo con diez años atravesó uno de los peores acontecimientos para la ciudad de Loreto: El desborde del río Amazonas.

Calles de Loreto inundadas a causa del desborde del Río Amazonas 2012.

Las abundantes lluvias de enero del 2012 anunciaban la catástrofe que desafortunadamente pausó la vida de sus habitantes como Eduardo y su familia. 

Eduardo Alarcón, como todos los días, amanecía en su acogedor terreno que se ubicaba en lo alto de la zona, su mañana era muy tranquila, se levantaba y ayudaba a su mamá con la granja. Sin embargo, aquel 20 de enero el joven notaba como el agua que sostenía su querido Río subía, al borde de los nervios veía como con una furia implacable arrazaba y se llevaba la vida que conocía en la chacra de sus padres: la tierra, los vegetales y el ganado.

“El Río Amazonas era parte de nuestras vidas diarias, era una gran ayuda para la granja, nos proporcionaba agua para los animales y cultivos, nunca lo consideramos un verdadero peligro”

Un desastre natural te puede poner en una situación de vida o muerte en la que el tiempo y la toma de decisiones críticas son esenciales. En los próximos minutos, la madre de Eduardo, desesperada por el desborde, llamó a sus vecinos por ayuda, la cual llegó al anochecer. Eduardo tendría la chance de escoger entre sus pertenencias.

“Tuve la oportunidad de llevarme algo de mi casa, sin saber por qué, lo único que agarré fue mi bicicleta”

En el campamento improvisado donde se hospeda, Eduardo toma las vitaminas que le proporcionaron a él y sus familiares para evitar las enfermedades, que Dios le eche una mano en este momento no significa que pueda dejar de cuidarse.

Refugio donde se hospedaban los habitantes afectados tras la tragedia

Transcurrieron dos semanas para que el agua saliera de su apreciada casa, dos semanas en las cuales vivió en ese campamento, dos semanas para darse cuenta que el río se llevó una vida de recuerdos, la mitad del ganado, cocina, platos, ropa, televisor, computadores, escritorios y mesas. En resumen, quedó poco más que la salud, la fé y la bicicleta. 

“En ese momento me percaté de todo lo que el río se había llevado. Me evadieron los recuerdos más preciados”

Las autoridades hicieron defensas ribereñas para contener el río a futuro, muros de roca de entre diez y quince metros para encauzar el agua. No eran en ningún caso garantía de seguridad, le recomendaron a la familia irse cuanto antes fuera posible, todo lo que ocurrió el día de la inundación podría repetirse sin previo aviso.

Loretano salvaguardando sus pertenencias

A más de una década de la tragedia, la familia de Eduardo sigue tan unida como en ese entonces, pero lejos, muy lejos del río Amazonas. Hace tiempo escucharon que hubo otra inundación en el sector de Loreto y agradecen a Dios haberse mudado para entonces. 

Hoy, en Tarapoto, a más de dos días de viaje por tierra desde su antigua residencia junto al agua, Eduardo se prepara para cambiar la bicicleta por un coche patrulla, estudia para ser policía y ayudar a su comunidad, así como él fue ayudado hace más de una década.